martes, 25 de junio de 2013

Hola a todos, siguiendo el libro de Meg Meeker, doy por hecho y tras no recibir ningún comentario, que estáis intentando aplicaros los consejos de esta gran profesional y que nos puede ayuda a ser mejores madres, a ser estupendas personas, no sólo con nuestros hijos sino con nuestros maridos, amigas...
 Espero que lo chicos me perdonen y no se sientan discriminados por  estos comentarios pero como la autora nos especifica claramente que va dirigido a las mamas, pues  me ciño al tema,  aunque los papas también pueden sacar provecho del tema. 
Aprovecho el artículo para que escucheis un poquito de música y ambientar el tema.




El tercer hábito que nos propone y que no tiene desperdicio es "Valorar y practicar la fe". Tengo que confesaros que la fe es algo que me cuesta, pero lo que tengo claro,  es que no tengo la capacidad de hacer todo lo necesario para asegurar la salud y la felicidad de mis seres queridos, necesito fiarme de "alguien" porque soy incapaz de controlar mi vida.

Hay dos niveles de fe importantes para nosotras las madres. Primero, tenemos que aprender a tener fe en otras personas, es duro porque a veces se reciben decepciones y a veces dejan de ayudarnos, no porque no quieran  sino sencillamente porque también son limitados, debemos reconocer que necesitamos a otras personas y debemos elegir sabiamente en quién confiar, estoy convencida de que hay muchas relaciones de confianza, el problema es que centramos nuestra atención más en las relaciones negativas que en las positivas. 
El segundo nivel de fe es bastante serio. Se trata de la fe en Dios. Todos creemos en algo, y lo hacemos todos los días. Así que la verdadera pregunta no es si debemos tener fe. La pregunta más importante es qué debemos creer y por qué. Nos centramos en exceso en lo que comemos o dejamos de comer, en cuánto ejercicio hacemos o no hacemos y en el tipo de ropa que debemos llevar. Escrutamos las reacciones, necesidades y deseos de nuestros hijos y,sin embargo, pasamos por algo el aspecto más importante de su personalidad: su espiritualidad. Actuamos así porque, es parte quizá sea parte de la cultura occidental.
Estamos cansados, pensar sobre la fe- razonamos- puede esperar, porque tenemos que preparar la cena y llevar a los hijos de un lado a otro. Corremos y nos ponemos nerviosas y trabajamos con más ahínco para sacar los asuntos adelante y, al final del día, cuando nos sentimos vacías y agotadas, nos preguntamos por qué. Puede ser que no sepamos como hacerlo, nos da miedo que sea agotador o quizá lo entendamos mal y no queramos parecernos a un determinado tipo de personas,.
Pero necesitamos alimentar nuestra fe, necesitamos algo más que obsesionarnos por el peso, el dinero, la ropa, el trabajo, los colegios, o cuánto nos vamos a gastar en navidad o en un cumpleaños. Así que dejemos a un lado nuestros miedos y entremos en el maravilloso mundo de la fe.
Cuatro pautas para adquirir el hábito:
1.Piensa antes de dar el salto. Cuando decidimos vivir la fe, debemos mantener los ojos abiertos y la mente despierta, pero también debemos mantener despiertos nuestros corazones. Debemos encontrar un equilibrio entre aprender, leer y buscar respuestas, por un lado, y seguir las respuestas que nos da Dios, por otro. Debemos buscar y luego cuando Dios responda seguirle. ¿Por donde empezar?. Lee, y sigue leyendo, hay infinitos recursos pero la autora del libro nos recomienda empezar por los pesos pesados: El Nuevo Testamento, puede parecer una tarea ingente pero de verdad, puede hacerse poco a poco dedicar unos minutos a la semana, encuentra tu hueco, si quieres puedes. Lo maravilloso de la verdad es que es difícil convencerte a ti mismo de que no es cierta. Estoy convencida de que todos hemos nacido con una gran capacidad de reconocer la verdad cuando nos topamos con ella.

2.- Tómatelo como algo personal. Para alimentar una fe como esta, tenemos que implicarnos, leer y estudiar es importante, pero debemos de tener cierta disponibilidad y apertura para con Dios, si queremos que nuestra fe sea personal. Aquí  es donde empieza el intercambio. La oración es el comienzo de esta comunicación. Si no hemos cultivado una vida de oración o meditación con Dios, nos encontraremos perdidas, sin saber qué hacer. Por eso es importante que comencemos y, para estar preparados cuando vengan los tiempos duros.

3.- Necesitas a los demás. Llevar sola una vida vibrante de fe es imposible. Hay que contar con la ayuda de otros que compartan nuestra misma fe. Si no, pronto se consumirá, como un ascua que salta del fuego al suelo de la chimenea, que rápidamente se enfría. Así que busca el poyo de quienes comparte tu fe para que te ayude a sostenerte. Igual que necesitamos amigas que nos suplan donde no llegamos, necesitamos otras mujeres, otros hombres y otras madres que nos saquen a flote y nos apoyen.

4. Aprende a servir. Probablemente esta es la última palabra que una madre cansada quiere oír, pero es importante. En nuestra vida, la única forma de que lleguemos a entender el valor de otro ser humano, es sirviéndole. La entrega nos da humildad, y la humildad nos acerca a Dios, pero no siempre servir significa satisfacer los deseos de otra persona. Hay momentos especialmente cuando nuestros hijos son pequeños, en que las exigencias domésticas son tan grandes que no puedes ser útil en ningún otro lugar, es normal, pero crecen y podemos servir a los  demás en nuestras vidas dondequiera que estemos.
Hay que hablar con franqueza, cuando tenemos una buena situación en la vida, un buen trabajo, niños felices y una casa bonita, olvidamos a Dios. Pero, cuando el dolor vienen por sorpresa y se instala en nuestra vida,
tenemos que ser capaces de acudir a Dios.
La fe y el servicio están relacionados y son muy importantes. Construye tu fe a través del servicio ahora y recogerás más tarde los beneficios, cuando más lo necesites.

Hasta pronto.

2 comentarios:

Africa dijo...

Tengo que felicitarte por tu blog, porque está muy muy interesante.
Enhorabuena!!!

Un besote

Unknown dijo...

Gracias,África, no se prescribe recetas pero si puede ayudarnos.