domingo, 29 de septiembre de 2013

Da cariño aun cuando no tengas ganas

En la educación de los hijos, la mayor parte de las madres hemos vivido ya suficientes situaciones turbulentas como para darnos cuenta de que el amor es un camino arduo. Tiene mucho que ver con la disciplina. Cuando vemos cómo ríen nuestros amigos con sus hijos en el parque o en el cine, nos imaginamos que disfrutan tanto de su relación con ellos que el amor fluye de forma fácil y natural. No seamos tan ingenuas. Las mejores relaciones amorosas exigen que pongamos todo nuestro esfuerzo, una y otra vez, y que digamos un montón de cosas que preferiríamos no decir.
El amor requiere que respiremos hondo y pidamos perdón por habernos comportando como imbéciles. Exige saber decir que "no" a nuestros hijos y luego ser capaces de mantener el "no" durante horas. Implica decir a nuestras hijas que no pueden llevar camisetas o faldas minúsculas al colegio, aunque nos griten y lloren diciendo que así les gustarán a los chicos. Hacemos todo esto porque queremos a nuestros hijos, pero ninguna de ellas es fácil de poner en práctica.
El amor requiere fortaleza mental y emocional, particularmente para las madres que están en primera línea de batalla con los hijos, todos los días. En cierto sentido, estar al pie del cañón parece más fácil cuando se refiere a querer a nuestros hijos que cuando hablamos de querer a nuestro marido. Cuando nuestros hijos nos fallan, les aprobamos con un suficiente raspado, porque "solo son niños", pensamos. Sin embargo, cuando nuestro marido nos falla, no le pasamos ni una. Nos enfadamos y amargamos, porque él sí debería saber esas cosas. Después de todo, no es un niño, sino un hombre maduro.
A veces es más fácil ser tenaz y disciplinada cuando queremos a nuestros hijos que a nuestro cónyuge. Tenemos que tratar de evitarlo, porque necesitamos a nuestro marido mucho más que a nuestros hijos. Piénsalo por un momento, nuestra relación con nuestro cónyuge es bidireccional, más de igual a igual que la relación con nuestros hijos. Educamos a los hijos, les damos todo y esperamos poco a cambio. Un marido, por otra partea, puede ser como nuestra alma gemela, si trabajamos la relación. Contamos entonces con un firme apoyo y un gran consuelo, mientras que nuestros hijos frecuentemente nos agotan. No quiero con esto criticar ninguna de las relaciones, es solo una manera de entender las diferentes dinámicas.

Así, si tu marido te saca de quicio, debes hacer uso del mismo coraje interno que empleas con tus hijos. En vez de quejarte, tienes que apreciarle más. Céntrate en las cosas grandes y deja estar las pequeñas. Si estamos constantemente criticando a nuestra pareja o hijos, nos lo estamos poniendo más difícil a nosotras mismas. Las quejas no nos llevan a ningún lado; es más, siempre tiran de la relación hacia abajo, por ello tenemos que ejercitarnos en el arte de no quejarse. Las madres podemos ser mucho más felices si aprendemos a pasar por alto los fallos del carácter, las actitudes hoscas o las pataletas temperamentales y nos centramos en los bueno de los nuestros. Cuando obramos así, no significa que estemos ciegas, es exactamente lo contrario; estamos dispuestas a ver las faltas y debilidades de los nuestros, pero les apreciamos y les queremos de todas formas. Esto es amar con determinación, con un amor profundo, ese tipo de amor que no solo produce una gran alegría en nuestro marido, sino también en nosotras. El amor que fluye fácilmente, satisface solo un poco. El amor que nos exige decir lo que está bien y lo que está mal, que nos lleva a perdonar y consolar a los nuestros aunque cuando no se lo merezcan, o a no cejar en nuestro empeño y seguir intentado las cosas, es el amor que hace que la vida merezca ser vivida.

Hasta pronto.

jueves, 26 de septiembre de 2013

Queridos amigos, de nuevo hemos empezado a rodar un nuevo curso, la etapa de adaptación casi la tenemos terminada, conjugar trabajo, clases extraescolares, deberes, cena, casa, marido/mujer...necesitan su tiempo por eso quiero ayudaros un poco en esta tarea con los hijos y quiero resumiros muy escuetamente temas, que me parecen interesantes ponerlos en prácticas y cada uno en su momento.



Primera Infancia. (hasta los 7 años)

Manifestarles cariño y atención a sus preguntas.
Ser claros y veraces, adecuar la información en relación a la edad
Aprovechar oportunidades para hablarles, conversar con ellos.
Hay que estar pendientes de la información que les llega por distintos canales.
A partir de los 3 años fomentar con el testimonio y las palabras la intimidad y el pudor.
Si vemos juegos y comportamientos inadecuados, distraerles cambiando el rumbo, si insisten     explicarles que no está bien.


Segunda Infancia (7-9 años)

Seguir demostrándoles lo importantes que son para papa y mama. Cariño y comprensión.
Mantener un clima de confianza, interesarse por ellos.
Aprovechar los momentos para seguir conversando.
Conocer sus actividades. Involucrarse.
Observar cambios de comportamientos.
Comenzar a darles razones de las cosas. Saber decirles "NO".
Marcarles límites.




Preadolescencia (9-11 años)

Saber encontrar el justo equilibrio entre libertad y autoridad.
Marcas límites y pautas.
Mayor responsabilidades.
Importancia de la compañía  la proximidad y el testimonio nuestro, coherencia entre lo explicado y el ambiente que se vive.
  • En esta etapa es la que más abiertamente hay que comenzar a tratar con ellos los temas relacionados con la sexualidad, la procreación.
  • Involucrarse no dejarlo para el colegio.

En otro momento os hablaré de la adolescencia, es un tema que me resulta difícil  resumirlo tanto y prefiero comentarlo en un artículo que hable sólo de este tema.

Tengo ganas de acoplarme de nuevo para escribir, tengo un montón de cosas que contaros.

Hasta pronto.

martes, 17 de septiembre de 2013

TENER UNA RELACIÓN SANA CON EL DINERO

Que difícil es tener un relación sana con el dinero, llevo cinco barras de labios de diversos tonos de rosas (porque es el color que más me gusta), en el bolso. Está el rosa plateado, el rosa dandy, el rosa oscuro, el rosa violáceo y mi favorito: el glamour brillante. Lo curioso es que, cuando me los pongo, todos tienen exactamente el mismo aspecto. Entonces, ¿por qué llevo cinco barras a todas las partes?. Porque me hace sentir bien, hasta un poco chic.


Quizá haya algo más detrás de estas cinco barras. En primer lugar, me dan un poquito de seguridad, puedo ocuparme de mí misma y mejora mi aspecto, en definitiva puedo hacer algo por mí y me hace sentir bien. Pero ¿qué dice eso de mi relación con el dinero o de la relación de cualquiera de nosotras con el dinero, quiero decir, el hecho de que una barra de labios pueda comprarme literalmente la felicidad. Entonces si el dinero nos da una sensación de control y de independencia, e incluso aumenta nuestra autoestima, ¿no deberían todas las mujeres de posición acomodada tener necesariamente una mayor sensación de control, independencia y autoestima?. Si el dinero fuera realmente la causa, la respuesta tendría que ser "sí". Sin embargo, todas conocemos a mujeres que son más ricas que nosotras y que no son necesariamente más felices. Resulta claro que esta cuestión del dinero es mucho más profunda de lo que parece a simple vista.
Lo complicado del tema es que todos nos relacionamos con él de alguna forma, y esta relación es complicada. Si le concedemos excesivo poder, puede trastornarnos. Si dejamos que se convierta en un dios, por así decirlo, puede tomar el mando y hacernos desgraciadas.

Lo que voy a decir es duro, pero la verdad es que muchas madres ganamos más dinero no porque lo estemos haciendo muy bien en ese trabajo que tanto nos gusta, sino sencillamente porque creemos que traer más dinero a casa hará que nuestros hijos tengan más éxito y que nosotras seamos mejores madres.
El problema es que nos hemos engañado. Rara vez dicen los niños que sus madres sean fabulosas por las cosas materiales que les dan. Cuando pregunto a los niños de mis amigas, sobre sus padres, lo que valoran de su madre es su amabilidad, su afecto y sus cuidados.
La buena noticia es que podemos cambiar. No, no tenemos que dejar de gastar dinero en nuestros hijos, pero podemos dejar de evaluar nuestro mérito como madres por las cosas materiales que les proporcionamos. Esta es la verdadera libertad.Cuando le digo a un niño de 7 años que me hable sobre su madre, nunca me dice lo que le compra o cuál es su profesión (normalmente no lo sabe, porque no le importa). Utiliza expresiones como "es muy divertida", "se enfada un montón", "es blandita cuando la abrazas", "es muy guapa" o "me lo paso muy bien con ella".


Hasta pronto.