jueves, 18 de febrero de 2016

¿ESTAMOS DE ACUERDO CON LA IMAGEN POSITIVA DE LA RUPTURA MATRIMONIAL?

El clima de permisividad y complacencia con las situaciones de divorcio lleva a que éstas se consideren como normales, en algunos casos incluso deseables- pese a estar lejos de serlo-, sin que llegue a valorarse el trauma que implican. Hoy en día el divorcio se considera una fórmula progresista, contrapuesta a la mal llamada "familia tradicional" y su aire desfasado.

Es muy habitual, por ejemplo, hablar de "familias monoparentales" al referirse a "matrimonios  separados y es una equivalencia dañina, pues considera que sólo el progenitor custodia es padre; el otro no lo es, o lo es de segunda categoría por decirlo de alguna manera. Así, la expresión de "familia monoparental" debería ser aplicada, por ejemplo, en situaciones de fallecimiento de uno de los padres, pero nunca si nos referimos a familias separadas. Eliminar el progenitor no custodio origina conflictos terribles.

Los medios de comunicación también ofrecen una imagen peligrosamente positiva de las rupturas matrimoniales. Se suele hablar de "rehacer su vida" como casi de un derecho absoluto que puede ejercerse sin tener en cuenta los derechos o intereses de terceros. Pasa cuando, tras la ruptura, aparece una tercera persona en la vida de alguna de las partes. La aparición de esta nueva variable suele ocasionar ciertos trastornos en el excónyuge, sobre todo por temor a perder su rol de progenitor respecto de los hijos. El problema se agrava aún más si la nueva pareja del excónyuge entra a vivir en el que fue domicilio conyugal (máxime si está pendiente de abono la mitad de hipoteca). Otro motivo de conflicto aparece, por ejemplo, a la hora de elegir el colegio de los hijos.
Está claro que siempre debe contarse con el otro progenitor con arreglo a lo dispuesto en el artículo 156 del Código Civil.